La ternura del pornógrafo

A la literatura se llega por azar. Esa es mi experiencia. Alguien puede recomendarnos algo y nosotros echarlo al olvido tan rápido como podamos, pero basta un pequeño desliz, digamos preguntarle a google por la vida de aquella estrella porno catalana (cómo es que se llama!), esa, la de flequillo y tatuajes, la que se hizo famosa en uno de esos programas que rompen el rating en el prime time, bueno, está claro que no voy a recordar cómo se llama. No se pierde mucho, de todos modos, y sirva la ocasión para decir que no me gustan las chicas con flequillo, ni las catalanas ni los tatuajes, pero el azar juega con cartas marcadas. Entonces, y por segunda vez en la vida, un arriba a un sitio en el que puede leer algo así:

«Macorina fue mi casi-amor. Y digo casi porque la perdí contando tres. Juntas conocimos a Bárbara, una de las trans más fandangas del barrio. Esas noches fui muy feliz. ¡La deseaba tanto! Me gustaba meterle mano en cualquier momento. Tocarle las tetas con las manos y ponernos a réir mientras nos ponían otra. Y de repente, me llamaba niña mientras clavaba sus muñecas en las esquinas de un colchón que de pequeño se hacía sexy.

«Me gustaba ponerme encima, calcar sus pezones en mi sujetador y comérmela a besos mientras se reía. A besos y a mordiscos que yo soy un poco bruta, y ella gemía. Cogerla entre mis brazos y decirle la verdad, que era preciosa y que me la iba a comer entera. Las dos olíamos muy bien. Y una noche, de rodillas le moje el vientre, suspiré, y luego ella, con mi mano sobre la suya, gritó con tanta dulzura que nos quedamos dormidas para siempre.»

El blog se llama, vaya nombre, Ternura porno, y es uno de los mejores que existan en la Hispania y en buena parte de la lengua castellana.
Y es entonces cuando uno repite: a la literatura se llega por azar. Esa es mi experiencia.

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